7 de septiembre de 1999
Un camino empedrado
Al asomarse los primeros cien días de la administración de Francisco Flores, se puede plantear un primer balance: sus propósitos de crear un nuevo estilo para gobernar y adoptar una nueva metodología para tomar decisiones y hacer más eficiente el poder, no tienen ni el apoyo ni la comprensión de todos. Hasta ahora, triunfan las dudas.
Redacción
El Diario de Hoy
Encargó la construcción del laboratorio al Dr. Juan José Daboub, un joven tecnócrata, quien, con abultados manuales en sus manos, se especializa en construir flujos para que los funcionarios tomen decisiones acertadas.
Como si fuese un gran albañil, Daboub construyó las cañerías por las que pasarán las aguas de las medidas más importantes del gobierno con una mayor dosis de eficiencia. Se convirtió, así, en el creador del método del nuevo gobierno.
En los anaqueles del nuevo laboratorio, Flores colocó, en frascos nuevos, el lenguaje de las alianzas que construyó durante la campaña presidencial: trabajo, solidaridad, futuro y seguridad.
Mas, no se requería de la alquimia para saber que el desempleo, la pobreza, la inseguridad y la producción son las principales preocupaciones de los salvadoreños. Bastaba con tomar los estudios de opinión pública para saber que era necesario hablar a los votantes y los gobernados de soluciones ambiciosas para sus peores problemas.
Eso sí: Flores se propuso, desde el principio, ser diferente en todo... no sólo en la metodología, en la escogencia de los principales colaboradores o en transformar la Casa Presidencial en la sede de una gerencia general desde donde se tomen las decisiones, siguiendo los procedimientos de Daboub.
Pero, algo más tenía en su mente: las diferencias no sólo debían estar en eso sino también en su estilo para gobernar. Por eso es que, con la ayuda de asesores extranjeros y nacionales, decidió tomar su propio camino.
Los primeros avisos de esto último los recibieron los periodistas cuando se les dijo que que el país ya no tendría un presidente que hablara de todos los temas (como lo hicieron el Dr. Armando Calderón o el Lic. Alfredo Cristiani) sino que, a cambio, ganaría ministros especializados en sus áreas temáticas que conversarían en su nombre.
Pocos entendieron eso del todo. Sin embargo, conforme se fueron prolongando las ausencias de Flores ante las cámaras, la cosa comenzó a comprenderse mejor. El gobernante quería tener un perfil bajo para dedicarse a pensar en los problemas del país y actuar como un director de una orquesta sinfónica en la que todos los músicos construyeran sus propias notas e interpretaran hasta los silencios del gobernante.
Fue así como se definieron las cosas: Daboub sería el genio del método y las estrategias. Los ministros aprenderían con él. Sería el coordinador general del gabinete. En la Casa Presidencial se afincaría una ambiciosa gerencia de proyectos y el gobernante tomaría su propio sendero, sin grandes explosiones ante la opinión pública.
Esto último debían entenderlo los manejadores de la imagen del gobernante. Para cumplir con eso, debían construir una nueva relación con los principales comunicadores del país. Fue así como nació la administración Flores.
No todas consigo
A pesar de sus esfuerzos, el gobierno de Flores no nacía en las condiciones que cualquier gobernante habría deseado. A sólo cuatro semanas de iniciado su mandato, se demostraba que la economía perdía dinamismo. Los crecimientos logrados en 1998 estaban lejanos. El barco lanzaba una luz de alerta. Podía encallar.
Si bien el gobierno de Flores arrancaba con el apoyo de siete de cada diez salvadoreños, otros nubarrones comenzaban a aparecer: los empresarios se entregaban al pesimismo, la producción caía, la oposición endurecía sus posturas y algunas organizaciones de trabajadores con vínculos políticos amenazaban con lanzarse a las calles.
Pero existían problemas mayores para Flores: Armando Calderón Sol, su antecesor, (en un acto para favorecer su candidatura o por lo que fuera) creó un faltante de más de ¢1.000 millones en las finanzas públicas. Ese hecho no sólo dejó a Flores sin dinero para construir nuevas obras públicas, sino que se convertía en una nueva amenaza de crecimiento de la inflación.
Quizá por ello los primeros anuncios de Flores son, principalmente, fiscalistas (aprobar leyes que aumentarán la recaudación fiscal) o de contención del gasto público.
Sin embargo, allí no acababan los problemas de Flores en los primeros meses de su mandato: diversos sectores sociales, incluido el empresarial, no comprendieron su nuevo estilo de gobierno. Y entonces, cuando el Presidente quería aislamiento y silencio para pensar, muchos reclamaban el bullicio de los grandes diálogos.
Cuando abogaba por un perfil bajo frente a las luces, muchos reclamaron la presencia de un líder multiplicador de soluciones que marcara, de manera pública, el camino a seguir.
Como si eso fuese poco, a la obra ingenieril de Daboub se le cobra algo en estos meses: no basta el método. Es necesario, también, el pensamiento que transforme las alianzas en soluciones sustantivas, reales e inmediatas.
Entonces, el camino del presidente Flores por construir su propio laboratorio en el que pueda licuar sus metodologías y su nuevo estilo, está empedrado. Muchos reclaman soluciones. Otros, diálogo. Y sobran quienes añoran el viejo presidencialismo o soluciones que terminen de salir por los flujos y cañerías que construyó Daboub.
1. La herencia de Calderón
Un faltante de más de 1.000 millones de colones en el programa de gastos del gobierno (1% del PIB), que lo ataba de manos. No habría dinero para construir nuevas obras públicas y se tendrían problemas para pagar la planilla del Estado o asumir compromisos de aumentos salariales con algunos sectores de los empleados públicos. Su propio Ministro de Hacienda reconoció que la gravedad del problema se conocía al menos seis meses antes de que Flores asumiera el poder.
2. Deterioro del intercambio comercial
La caída de los precios internacionales del café y del azúcar redujo, sustancialmente, el valor de las exportaciones. A eso se sumó una merma a las exportaciones salvadoreñas hacia algunos socios comerciales como Guatemala, donde la economía comenzó a enfermarse hace algún tiempo. Las ventas al exterior se redujeron en más de $200 millones.
3. Caída de producción y pesimismo
Cuando Flores asumió el gobierno, se asomaban los primeros signos recesivos en la economía. El presidente Calderón Sol anunció, poco antes de acabar su mandato, que la inflación era cero. Algunos vieron en eso las primeras luces de alerta. Eso también significaba que la economía no mostraba movimiento. Después, se conoció que la economía encallaba cuando se comprobó una merma en la producción nacional. Cuando transcurrían sólo cuatro semanas del período de Flores, los técnicos anunciaron que la economía perdía dinamismo. Creció sólo un 2.1 por ciento respecto a 1998, cuando el PIB se incrementó en 3.5 por ciento. Más recientemente, un informe de FUSADES mostraba el pesimismo de los empresarios ante el futuro más inmediato. Las inversiones de corto plazo se encuentran paralizadas y muchas empresas han comenzado a tomar medidas restrictivas. Soluciones conjuntas y sectoriales comenzaron a pedir algunos.
4. Endurecimiento de la oposición
Era previsible: ante el tamaño de la derrota que observó el FMLN en 1999, esa organización política, la segunda en importancia en el país, decidió crear una nueva estrategia como fuerza opositora. Las posiciones en el Congreso se endurecieron y los caminos de entendimiento se volvieron complejos. De una u otra manera eso se transformó en una deliberada postura del FMLN de agitar las organizaciones obreras sobre las que puede tener alguna influencia, o de apoyar las protestas de acciones desestabilizadoras. Su dirigencia apoyó la huelga de los maestros. Un precandidato a diputado por ese partido lidereó el movimiento de los maestros.
5. Reacciones ante su estilo
El nuevo estilo de gobierno de Francisco Flores, un poco apartado del viejo y fuerte presidencialismo del pasado, provocó incomprensiones y demandas. Representantes de muchos sectores (entre ellos los empresarios), acostumbrados a sostener largas pláticas con los gobernantes, protestaron cuando se les cerraron las puertas de la Casa Presidencial. Los periodistas comenzaron a extrañar a un mandatario que atendiera sus demandas de información. "El gobernante no aparece", comenzó a advertirse. Los analistas agregaron algo más a eso: cuando las crisis de asoman, la sociedad demanda líderes firmes que multipliquen sus manos conductoras. A pesar de ello, Flores aparecía apenas lo suficiente.
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